jueves, 2 de abril de 2009

San Victorino+Visitas

San Victorino+Topografía

San Victorino es un sector comercial en el centro de Bogotá, ubicado entre la Avenida Jiménez al norte, Parque Tercer Milenio al sur, la Avenida Caracas al occidente y la Avenida 10 al oriente1, que se caracteriza por sus diversas dinámicas de comercio y por ser tal vez uno de los sectores de la ciudad donde se puede encontrar casi que cualquier cosa que se necesite comprar, desde piñatas y juguetes hasta ropa, comida y electrodomésticos.


La plaza de San Victorino es la sección más representativa del sector, ya que en ella confluyen gran parte de los compradores debido a la ubicación estratégica de la estación de Transmilenio de la Avenida Jiménez, así como a la afluencia peatonal sobre la misma. Es por esto que muchos vendedores se desplazan desde sus locales (que varían desde pequeños locales y sótanos donde el espacio apenas alcanza para desplazarse dentro de él por la cantidad de productos atiborrados en paredes y techo hasta edificios de dos o más pisos con góndolas de más de dos metros de altura para la disposición de productos, como el caso de El Bodegazo Textil) hasta la plaza con el fin de pescar algún posible comprador.


La plaza, a nivel topográfico, consiste de un terreno embaldosado y vacío con un desnivel recorrido por una canaleta que desemboca en una coladera y que permite el desagüe del lugar; el paisaje arbóreo es casi nulo, las bancas pocas y ubicadas en los alrededores del terreno con vista hacia el centro, produciendo sobre éste una sensación de panóptico, donde las palomas son quizás los únicos individuos que se observan sin desconfianza alguna (cuando alguna persona pasa por el centro, dispersa a las palomas, que emprenden vuelo de inmediato en círculos para posarse nuevamente sobre la plaza, produciendo asimismo un revoloteo que capta la atención de todo aquel que se encuentra alrededor; esto hace fácil la detección de quien pasa a través). El horizonte desde la plaza está compuesto por varias edificaciones erigidas alrededor de la misma o hacia el otro lado de la Avenida Jiménez, únicamente interrumpido por una escultura en láminas metálicas, La Mariposa, del artista payanés Edgar Negret que corresponde al periodo naturista de su obra (por así decirlo, en la medida en que busca la inspiración en las formas naturales), y que hace parte del proyecto de recuperación del espacio público en la ciudad liderado por el ex-alcalde Enrique Peñalosa.



Las fachadas de los edificios aledaños a la plaza, se pudo observar, se encuentran algo deterioradas, pero eso no impide que sean utilizadas (al igual que la altura de los edificios) como medio de exhibición de cuanto producto venda su dueño o arrendatario, y/o de publicidades y ofertas. Los andenes, pasos peatonales, la plaza en sí e incluso La Mariposa se ven en malas condiciones debido a la cantidad de basura que los transeúntes botan por fuera de las canecas dispuestas en el sector, así como debido al descuidos de las edificaciones, los graffitis pintados sobre las mismas (e incluso sobre la escultura) y las aguas estancadas en huecos producidos por baldosas tácitas y en aquellos donde se encuentra sembrada la escasa vida vegetal de la plaza.


San Victorino+Actividad Comercial

La Plaza de La Mariposa y sus alrededores no serían lo que son actualmente sin el comercio informal que atrae población de todos los estratos y zonas de la ciudad, a través del cual la mismísima policía metropolitana camina y participa (como compradora de bienes y servicios, desde comida y alguno que otro cachivache hasta minutos a celular). Todo andén y calle peatonal (al igual que los alrededores de la plaza) está invadido por colgadores de ganchos con ropa, plásticos donde se posan calzado, ropa interior, libros, artesanías, toallas, correas, maletines y películas piratas, y carritos donde se ve fritar buñuelos, papas, chorizos y chicharrón, pelar frutas o calentar tintos y aromáticas. Los puestos de vendedores ambulantes dobles, con sus gabardinas abiertas al público para exponer sus productos2 son superados en gran cantidad por los carritos tradicionales de los vendedores aun informales.


No obstante, la sola exposición de los productos y publicidad en las fachadas parece no bastar para ser lo suficientemente competentes a nivel comercial en este sector; las técnicas de atracción de posible clientela van desde megáfonos o micrófonos conectados a parlantes, pasando por la entrega de volantes, tarjetas y papelitos con promociones, hasta el ofrecimiento individual de productos por parte de los vendedores. En cuanto a la primera técnica, una persona se ubica fuera del local o en su puesto de ventas personal con el sistema amplificador de sonido que posea y ofrece sus productos, sus promociones o incluso las recetas de los primeros (en el caso de unos vendedores de algún producto a base de sábila). Con respecto a la entrega de papelitos, se ve a varias personas caminando de un lado a otro en la plaza, andenes y calles peatonales haciendo entrega de estos elementos. Lo que resulta curioso en estas entregas es que, a diferencia de las entregas de flyers en cualquier otro lugar de la ciudad, estas personas no aceptan un no por respuesta: pudo verse cómo más de uno entraba en conversación con los transeúntes que decidían no recibir la publicidad y les pedían el favor de tomar lo que se les estaba entregando así decidiesen deshacerse de esto enseguida.


En cuanto al tercero, fue evidente cómo varios de los vendedores externos parecían tener radares de necesidades de compra, ya que no sólo ofrecían de persona en persona aquello que vendían, sino que cualquier murmullo entre parejas o grupos de personas era inmediatamente intervenido por un ¿qué busca?, un ¿está buscando la feria de…?, o algo similar.


Como buen sector comercial que es, está interconectado por completo a pesar de la diversidad de productos que en él se venden y de la amplia extensión del mismo. Esto resulta evidente en el hecho de que todo vendedor al que se responde la pregunta ¿qué busca? o ¿qué necesita? sabe dónde encontrarlo, así no sea este quien lo venda, y en varios casos se ve cómo ellos mismos se encargan de guiar al cliente hasta el local mismo, posiblemente con algún ánimo de lucro (ya sea para ofrecer sus productos propios durante el camino o para ganar comisiones). Incluso hay algunos que se apropian de los clientes y evitan que otros vendedores ofrezcan a ellos sus productos con frases como “deje que él está conmigo”. Cuando se entra al local y no se desea comprar nada de lo que ahí se vende, resulta complejo salir sin tener que insistir en repetidas ocasiones que NO se desea realizar la transacción, ya que ante cualquier negativa te ofrecen otra y otra cosa más o te conducen a nuevos lugares a ofrecerte productos que ni siquiera son suyos, y otorgan sólo características extraordinarias a dichos objetos; así, resulta familiar escuchar que este maletín es lo último de Fila, este es cariñoso porque es muy fino, este es de los más vendidos, este es el que está de moda, este es el último que tengo en este color porque es el que más piden, entre otros. Asimismo, los precios varían no por el producto, sino por la cara y pinta del cliente: si te ven cara de que te gusta lo fino (como me dijo Fernando, un vendedor de maletines cuando le preguntamos si tenía morrales Nike), te pueden pedir mucho más de lo que cuesta el ítem en cuestión. A esto se suma el hecho de que son excelentes comerciantes, entonces pueden decidir tantear terreno con los clientes para saber cuánto están dispuestos a pagar por sus productos, dejando abierta la posibilidad de negociar o regatear y bajar hasta precios casi de regalo que expresan en términos de ¿cuánto tiene aquí? o de ¿de cuánto es su presupuesto?

En caso de poder salir del constante bombardeo comercial con las manos vacías y el presupuesto intacto, algunos vendedores intentan como último recurso la separación de objetos para venir por ellos más tarde, la entrega de tarjetas del negocio o, como Fernando, dejando “alguito para la gaseosita”.

Notas: 1. El Centro Empresarial y el Centro Comercial San Victorino cuentan con un sitio web donde detallan misión y visión de las empresas y directorio de locales. la dirección es http://www.sanvictorino.com/inicio.html
2. La página de la presentación de la otra parte de la investigación en google docs es http://docs.google.com/fileview?id=F.c39560ad-41a8-4c6e-ae23-74b684d917ba

San Victorino [Imagen y Ciudad]

Sector comercial en el centro de Bogotá entre la Av. Jiménez (norte), Parque Tercer Milenio (sur), Av. Caracas (occidente) y Av. 10 (oriente). Es un sector emblemático en el comercio de la ciudad, que maneja dinámicas de ventas al por mayor y al de tal. Con afluencia de gente de todas las partes de la ciudad y del país, de todas las clases, pero con tendencia a los estratos bajos.

San Victorino ha mantenido una vocación durante toda su historia, motivada por su ubicación estratégica en el centro de la ciudad. Los cambios en su estructura física y funcional han estado precedidos por diferentes procesos de deterioro económico y espacial que han sido menguados por dinámicas sociopolíticas que le han permitido mantener la tradición comercial, reconstruyéndose y renovándose constantemente.

En la memoria colectiva de los bogotanos está presente la imagen de este sector como un gran expendedor en donde se consigue todo, un área de producción de capitales que ha permanecido en el tiempo a pesar de haber atravesado por diversos procesos de deterioro: es un centro comercial para las clases populares, capaz de vender al por menor o ser un gran distribuidor, cada centro comercial es una gran vitrina subdivida en locales que ofrecen todo tipo de mercancías, entre otros usos mixtos como comercio-bodega o edificios de bodegas y oficinas.

El vendedor ambulante ha sido una imagen del sector, sin embargo este ha sido una fuerza de cambio que ha motivado a las transformaciones físicas de tal forma que al pasar de los años ha ganado un espacio especialmente constituido para su uso, formalizándose pasando de ser un vendedor informal a uno formal y ejerciendo su actividad comercial por más de cuarenta años.

El imaginario social sobre este sector es una correlación que existe entre los conceptos que pertenecen en el mismo campo y que muestran la dinámica interna del concepto, señalando constantemente la utilidad, que ha sido basada en sus transformaciones históricas. Hoy se tiene una evidencia de que lo imaginario actúa en y dentro de nosotros hombres y mujeres, que depende de la noción que se tenga, ya sea desde lo real a lo imaginario o lo imaginario como la realidad. Es así, como algunos de los factores como la permanecía, los cambios y las transformaciones de este lugar, lo caracterizan y lo identifican haciéndolo diferente y particular a través del tiempo.

Algunas de las características que han simbolizado a San Victorino, se clasifican a partir de cuatro periodos de estudio que por medio de imágenes generadas por las diferentes funciones que se han desarrollado en el sector representan en su totalidad una transformación que implica a la ciudad.

· San Victorino desde su fundación hasta 1900
· San Victorino como un componente del centro de la ciudad 1900-1948
· San Victorino como una centralidad urbana 1948-1981
· San Victorino espacio lúdico y comercial, 1981-actualidad.

“En San Victorino, la otra «casa de todos», encontrará a Bogotá en unas cuadras. Una Bogotá viva, dinámica, loca, estridente, gritona, barriobajera, anárquica, negociante. Se aconseja ir ligero de equipaje, con zapatos cómodos, mucha paciencia y tiempo para dilapidar. El camino en San Vitoco es culebrero. Deje el miedo en casa. Es más la fama. Allí no comen gente. Si es de los de carro, déjelo también en casa. TransMilenio moviliza sus huesos. Compradores compulsivos del mundo: uníos para gastar allí. Y que el santo patrono, el mártir Victorino, los proteja”. Óscar Domínguez. San Victorino, la otra «casa de todos». Ciudad Viva. Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte.

PUBLICADO POR EDUARDO WAGNER
Tomado de: http://eduardowagner.blogspot.com/2008/12/san-victorino.html

Nota: Citamos el artículo por la visión del sector y porque posee información consideramos valiosa que no recolectamos durante las visitas al mismo.

Y tú ¿qué sabes de San Victorino?

Es uno de los sectores más temidos y, a la vez, más visitados del país. San Victorino, para decirlo sin rodeos, es la ‘olla’ más comercial de Colombia. Pero ¿qué tiene San Vitor que lo hace tan atractivo para los comerciantes? “¡De todo!” me decía mi amigo Carlitos que fue quien me enseñó las bondades del populoso sitio por allá en los meses finales del año 99.

La mejor definición del sector es la que lo parangona con un bazar y la más acertada comparación es la que lo asimila con un mercado persa; pero advirtiendo que en dicha plaza pareciera que no hubiese vendedores corrientes sino que todos hubiesen hecho un curso intensivo para graduarse de turcos: la mayoría son maestros del regateo; de las cuentas rápidas, del arte del descuento y la rebaja que, en últimas, no es más que un protocolo de venta en el que el cliente se va contento con “la atención” del buen precio conseguido y el mercader de ocasión queda satisfecho porque ha cumplido la regla de oro de San Victorino (que es la misma del marketing moderno): “vender barato; pero vender más”.

Dos cosas impresionan de esta zona de transacción: la primera es que cuanto más peligrosa sea la calle, más económica es la mercancía (sin desmedro de su calidad) y la segunda es que la apariencia de todo el sector varía según sea la época del año: en enero y febrero es la papelería más grande de la capital porque allí se consigue “todo pa’ el colegio de los chinos”; en marzo, abril y mayo los días de la mujer, del niño y el mes de mamá son los que imponen el surtido de los negocios; en junio llegan los treinta días para que “le lleve algo al rey de la casa”, tal como lo promocionan los persistentes voceadores del lugar... Así hasta octubre en donde el pagano espíritu de Hallowen invade las ocho manzanas del sector que poco a poco empieza a mudar su ropaje por el que le mejor le queda: el de miscelánea decembrina en el que en casi todos los almacenes se consigue desde una aguja capotera para la abuela que está en la ciudad de visita de fin de año, pasando por el play station (o el x box) que el niño Dios le trae a los niños ó el discman de aguinaldo para la prima melómana que vive en Cali, hasta llegar a ‘la pinta’ (el estrene) que solemos ponernos los 24 y 31 de diciembre. Todo esto, obvio, sin olvidar las infaltables anchetas compuestas por el dulzón vino marca Moscato Pasito y las delgadas galletas Caravana.

Claro que las distintas estaciones comerciales del año no impiden que existan subsectores especializados en distintas mercaderías: los “madrugones” textiles son propios del Centro Comercial “GranSan Victorino” que hizo que los bogotanos compraran sus atuendos en la vecindad misma del macabramente exterminado “palacio del cartón” y del bazuco que era el Cartucho; por ahí mismo se consiguen desde tenis Croydon (los propios para jugar micro) y ¡quien lo creyera! calzado colegial “Verlon” en las enmohecidas zapaterías de la calle novena y todo en estufas, coladores, ollas a presión, platos, platones, baldes y cubiertos en la treintena de sucursales de Vaniplax e Imusa que hay sobre la carrera 11 entre calles 10 y 11. Pero si lo que quiere adquirir son cobijas, edredones, almohadas ó simplemente un yin y una chaqueta de cuello de oveja, lo que debe hacer es dirigirse a los súper almacenes que bordean el costado occidental de la maravillosa carrera décima o, en su defecto, acudir a las atiborradas bodegas ubicadas unos pasitos más abajo de la remozada Plaza de la Mariposa.

Ahora, si de lo que se trata es de hacerse –al menor precio posible- al libro “La insoportable levedad del ser” de Kundera no lo piense más y baje hasta el “sótano del usado” instalado al otro lado de la calle de la librería Panamericana y si su querer es comprar todas las sorpresas y juguetes para la fiesta de cinco años de si hija, pues lo que debe hacer es entrar en las piñaterías de la 12 con 12 ¿Qué otras cosas puede conseguir en San Victor? Fácil: un raponazo pendejo, un champú de pueblo (sus andenes nunca están desocupados); todo el ajuar de matrimonio o de primera comunión en el antiquísimo Pasaje de las Mercedes; pares de medias a 1.000 pesos; dos pantaloncillos por $ 5.000, la herramienta de primera más barata del planeta (desde llaves coreanas, destornilladores chinos y pinzas taiwanesas ¡hasta hombresolos de Singapur!) y la herramienta de segunda mejor robada de Bogotá y cobradas en los grasientos puestos de los reducidores a precios de huevo (¡hay que ver los precios de los gatos de zorra revendidos en el sector y hay que irse de espaldas por lo que cobran por un juegos de copas inglesas!).

Ese es San Victorino: un mundo paralelo, subvertido y hasta cierto punto subversivo en donde coexisten colombianos de todas las regiones que labran sus pequeñas fortunas en sus improvisados toldos o amasan sus millones en los ostentosos establecimientos del sector; pero un lugar en donde también se dan cita –desde la madrugada hasta bien entrada la noche- gentes de todo el distrito y el país que todos los días ingresan a esa gran carpa sea para comprar un simple tarro de colbón, para cotizar un radio transistor que le haga compañía en el estadio, a adquirir cuarenta docenas de gorras para negocio ó –sencilla y llanamente- para recargar su rehusado cartucho de impresora.

Así es esta meca de los abalorios de bisutería barata; así es esta fuente de santo desconocido donde abundan cartillas “Nacho Lee”, afiches de Raymundo y todo el mundo y esferos Lamy chiviados: así es esta gran plaza comercial que cedió su nombre a la telenovela de Carlos Duplat titulada “Los Victorinos”. Así es este caótico y vivaracho grupo de calles cuyo chiste más famoso es que dice ¿sabe por qué a Millitos le dicen San Victorino? “Por qué” -responde el ingenuo de ocasión- ¡Pues porque nunca pasa de la trece!

… Esto y mucho más es este sector, tanto así que es imposible que no quede rondando la pregunta en el ambiente: Y tú, ¿qué sabes de San Victorino?


Nota: Es posible que la visión expresada en el artículo sea muy "Laureano Gómez" en algunas frases, pero hay datos informativos que resultan relevantes en nuestra opinión.