domingo, 8 de marzo de 2009

Entrevista: Camilo Márquez

Nombre Completo: Camilo Márquez Villegas
Edad: 18 años

Lugar de Nacimiento: Bogotá

Ocupación: Estudiante Colegio Studium

Tiempo de Experiencia: 2-3 años


Camilo Márquez es un estudiante de 18 años del Colegio Studium en Bogotá. Fue punk durante varios años y hasta hace algunos meses, cuando decidió alejarse de este estilo de vida debido a que “el ambiente se estaba empezando a poner muy pesado”, en el sentido en que no comparte las ideas de violencia y racismo que se vive entre varias tribus urbanas de la ciudad. Sin embargo, las amistades y demás relaciones que hizo durante este tiempo le permitió conseguir bastantes de sus clientes, que van desde sus amigos punk hasta Rudeboys, Skinheads, Metaleros y gomelos. Vive con su familia en una casa del barrio Cedritos, donde tatúa desde hace más de dos años; ha transformado su cuarto en su estudio, dándole el nombre de Torture Tatoo Shop, debido a los diferentes dolores que se experimenta mientras se es tatuado, como el ardor, el dolor de una quemadura y el de una cortada. Camilo sabe que podría trabajar en un shop con otros tatuadores, pero no le agrada la idea de ser el todero que sólo observa, limpia y lava durante casi un año antes de empezar a tatuar clientes, y es por esto que afirma estar más en contacto con el tatuaje como arte que con otros tatuadores, aunque conozca a algunos. De igual manera, no comparte la idea de tener que cobrar lo que cobran en varios estudios por tatuajes insignificantes (que no valen lo que la gente paga por ellos): confiesa que un gran porcentaje de lo que se cobra por un tatuaje corresponde al trabajo del artista y no a los insumos para el mismo.
Añadir imagen Camilo comenzó a tatuar a los 16 años como respuesta al gusto que sentía por el arte, el dibujo y la caricatura. Comenzó con un manual que explicaba cómo hacer una maquina para tatuar casera, compuesta por un motor de juguete, un tubo de tinta de bolígrafo BIC y una aguja para tatuar. Posteriormente le compró una máquina vieja a un amigo suyo en 70 mil pesos y con ella comenzó a tatuar a sus amigos, a quienes decía que ya contaba con bastante experiencia para que le dejaran tatuarlos. Aun así comenzó a practicar de otras maneras. Una de ellas consiste en tatuar piel de cerdo (que se usa para hacer chicharrón) fresca (que se asemeja bastante a tatuar sobre piel humana) usando tinta china, pura para los contornos y diluida para las sombras, ya que las tintas profesionales son mucho más costosas; o sino, está siempre la posibilidad de tatuarse a sí mismo, lo cual Camilo ha hecho en un par de ocasiones y cree no debería hacerse en la medida en que “siempre quedará mejor si te lo hace alguien más, ya que es difícil concentrarse en que quede bien hecho mientras se siente el dolor de la aguja”. Para trabajos sobre clientes, por otro lado, usa tintas profesionales, agujas y boquillas plásticas esterilizadas (ya que no cuenta con un equipo para esterilizar las partes de sus máquinas) que adquiere de distribuidores especializados en el tema, como los estudios Viuda Negra y Big Brother. Para diluir las tintas, usa agua destilada o agua de rosas que adquiere en droguerías; para pasar los diseños a las plantillas usa papel hectográfico que utiliza cuantas veces le es posible (una misma hoja) debido su alto precio y, para que estos queden impresos en la piel, usa jabón quirúrgico (que también usa en la limpieza de las zonas que tatúa) o desodorante con alto contenido de alcohol. Como no cuenta con una silla o una camilla especial para tatuar, lo hace con una silla de su casa que forra en Vinipel, con el fin de aislar completamente cualquier agente infeccioso que pueda encontrarse en la superficie del mobiliario. A pesar de todos estos cuidados, me atrevería a decir que es posible que la imagen de un cuarto oscuro y desordenado no inspire mucha confianza a varios posibles clientes.


En cuanto a su visión, piensa que la magia del tatuaje radica en la permanencia de la obra sobre un lienzo vivo, a diferencia del arte clásico (pintura sobre lienzo colgado en las paredes de un museo), así como en la convicción que trae consigo la decisión de tatuarse, ya que es un cambio que estará de por vida en el cuerpo. Aun así, muchos de sus clientes se tatúan sin razón alguna, “porque sí”, “porque les pareció chévere un tatuaje que vieron en…”, con lo cual Camilo está en desacuerdo, ya que parecen tomárselo muy a la ligera, luego hay mayores posibilidades de arrepentimiento (remontándose a experiencias donde sus clientes desean tatuarse cosas ya existentes y que podrían no tener sentido en algunos años, como “la estrella de Metallica”, “la bruja de Mago de Oz”, entre otras). La mayoría de sus clientes acude a él por recomendación de otros para realizarse su primer tatuaje. Cuenta también que muchos de ellos son menores de edad que no pueden o no desean tatuarse en estudios ya que requieren del permiso y compañía de sus padres para hacerlo o no están dispuestos a pagar lo que estos lugares cobran por sus trabajos respectivamente. En lo que respecta a sus diseños, siente preferencia por dibujos caricaturescos que no mucha gente desea tatuarse por el hecho se no sentirse identificados con ellos en un par de años. Por esta razón, y por el hecho de que varios de sus clientes pertenecen a diversas tribus urbanas, Camilo tatúa diseños un poco tradicionales, que van desde letras chinas y tribales hasta cascos troyanos para Rudeboys, telarañas y botas Martins para Skinheads, calaveras, punks con crestas y símbolos de Anarquía para Punks, pentagramas para metaleros y “cualquier cosa que se vea bien cuando esté en vestido de baño”, como peces Koi, para gomelos. En lo que respecta al dolor, Camilo afirma estar de acuerdo con varios de sus clientes en lo que respecta a los tatuajes sobre piel cercana al hueso: es tan doloroso que a veces es preferible modificar el diseño de forma que no pase por lugares como estos. Asimismo, cree que el dolor es una de las características que hace al tatuaje tan valioso en la medida en que no basta con pagar por el trabajo, sino que es necesario soportar el dolor durante su realización. Esto podría resultar contradictorio si se piensa que todo aquel que decide hacerse un tatuaje paga por tener un tatuaje completo; sin embargo, Camilo ha tenido clientes que han decidido pagarle por un tatuaje incompleto a causa de la imposibilidad de soportar el dolor, y son decisiones que no comparte, ya que “finalmente, es por un momento no más que hay que aguantárselo; ya después no duele”.

Otros tipos de dolor, por ejemplo, se evidencian durante el proceso en el tatuador. Por una parte, cuenta Camilo, está el dolor en la mano y en la muñeca que produce el agarre de la máquina, su peso y su vibración constante después del tercer o cuarto tatuaje consecutivo. Por otro lado, está el calentamiento de las bobinas de las máquinas que impide el contacto con el metal que las separa de la mano; aunque este contacto no produce quemaduras graves, resulta incómodo para el tatuador que se ve obligado a tomar las máquinas en posiciones difíciles (desde mi punto de vista cuando traté de tomarlas correctamente).

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